miércoles, 17 de septiembre de 2008

Marmol, Ladrillo, Piedra, Agua

Columnas de Mármol, fuertes, duraderas. Sólo algunas pequeñas grietas son perceptibles si uno se acerca mucho y contempla las huellas del paso de los años, de los siglos. Te reciben mientras entras en sus templos, mientras contemplas la belleza siempre joven de los cuerpos fríos, estáticos y blancos que te hablan sin moverse. Las cruzas para admirar el cielo coloreado de rojo y amarillo, de fuego y oro y plata y sentimiento. Te escoltan mientras avanzas por los grandes corredores del mundo dibujado en paredes de escayola. Protegen los blancos jirones de tela que algún genio transformó en colorido lienzo.

Fontana de Trevi, romaEscaleras de ladrillo. te acompañan mientras conquistas impresionantes cúpulas que te llevan desde el más profundo infierno al cielo de los hombres. Son el camino que te guía a un nuevo espectáculo de fieras y esclavos. Suben y bajan entre ruinas que recuerdan la grandeza de lo que fue y terminó, de lo que se recordará siempre. Giran sobre si mismas para llegar al siguiente nivel, para inundar tu mente de sensaciones, de recuerdos, de sentimientos, de belleza hasta dejarte casi sin hueco, sin aire.

Obeliscos y arcos de piedra, viejos testigos de victorias. Observadores de la belleza de sus anchas plazas, de sus columnas, de sus escalinatas, de sus fuentes. De la borágine del día a día de los propios y ajenos, aquellos que perdieron la perspectiva de lo que les rodea de tanto verlo cada día.

La fuente al atardecer. Azul, amarilla, verde. Tan impresionante y cercana al mismo tiempo. Sentado junto a ella vuelve el sosiego, la tranquilidad. Recuperas el aliento mientras escuchas el fluir del agua y de las voces que la rodean. Ordenas lo visto y lo sentido mientras admiras a neptuno domando las aguas. Lanzas tu moneda deseando poder volver a contemplar esas aguas con la misma ilusión, con la misma compañía dentro de muchos años.

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