martes, 25 de noviembre de 2008

La Misma Piedra

He vuelto a tropezar en ese maldito bache que pensaba que había borrado de mi camino. Y el golpe ha sido doloroso y humillante. Han dolido los celos y los reproches como pequeños granos de arena que se clavan en la fina capa de carne de la rodilla a través de una herida aun sin cicatrizar y desgarran la piel casi hasta el hueso.

Pero sobretodo duele, humilla la sorpresa, el desconcierto. La decepción de la recaída, la repentina conciencia del error de haber creído que el bache estaba arreglado, que nunca reaparecería. Esa certeza que te golpea como un martillo contra el pecho, que te para el corazón de repente.

Necesito arreglarlo para seguir adelante.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Mal sueño

Voy corriendo sin control, sin brújula y sin esperanza. Miro a mi alrededor y sólo veo una nube negra que me rodea y no me deja ver hacia dónde me dirige la deriva de mis pies que se mueven sin control y sin sentido.

Sin rumbo, sin esperanza, desahuciado, solo, condenado a caer por ese terrible precipicio que se dibuja ante mí, detrás de esa densa neblina que decolora mi alma y entristece mi corazón. Llega el precipicio y caigo por un abismo infinito que cada vez es más oscuro.

De repente despierto. Aparto de mi frente el frío sudor que arrastra esta pesadilla y vuelvo la vista hacia mi izquierda. Allí estás tú. Inmóvil pero palpitante, como un foco de luz, un faro que me guía en la niebla inconsciente de mi inseguridad. Como las luces de la ciudad que se dibujan al fondo de la carretera el domingo por la noche, de vuelta a casa; anunciando el calor del colchón junto a tu cuerpo.

Y vuelvo a dormir con la certeza de saber que mientras sigas ahí habrá calor, y rumbo, y sentido...

Y felicidad.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Temperatura constante


Hace calor. Es una temperatura constante, confortable.

A veces sube, crece repentinamente a mi alrededor hasta hacerme sudar deseo, pedir a gritos un fresco aliento besando mis labios.

Otras veces se mantiene en el agradable intervalo que hace que uno se sienta en casa, que te permite llamar hogar al lugar donde te encuentres.

Pero nunca baja, no se apaga, no necesita descanso. Es una fuente de calor tan constante, tan directa, tan amarilla y redonda que alumbra mi vida tanto como el Sol.

Ojalá nunca se me apague esa estrella.