viernes, 30 de mayo de 2008

Rompiendo Momentos

Tengo razón. Algunas veces no, pero esta vez sí. Yo lo sé y ella también lo sabe. Pero cuando las palabras salen de mi boca, de repente suenan a amenaza, a desafío. Suenan crueles o excesivas.

Y eso que yo soy el sensible, ñoño, dice. Es ella a la que le cuesta expresar lo bueno, la que se esconde continuamente en la ironía y en la rudeza para sobrevivir. Pero entonces no. En ese momento ella se transforma en un pequeño ser vulnerable, afligido y apesadumbrado. Y a mi se me cae literalmente el alma a los pies. Y ocurre. Se rompe el momento. Todo se bloquea. Aparece un incómodo silencio que se podría cortar con cuchillo.

Y entonces cualquier intento de volver a lo bueno es peor. La disculpa muestra mi flaqueza y me quita la razón. La insistencia es un puro agobio. La pasividad se transforma en una angustía que me desgarra el alma.

Y duele.

Y solo el sueño lo mitiga.


Eso y sus abrazos.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Empático

Soy Empático. Sí, de verdad.

Lo más triste, frustrante o doloroso se me olvida con una sonrisa suya. Hasta el orgullo que no poseo desaparecere en ese instante.

Pero lo malo es el viceversa; que la euforia más desatada se disipa y desaparece con su tristeza.

Y hoy está triste.

¿Por qué?

¿Por qué no los controlo? Antes siempre podía. Era mi mejor cualidad. Sabía abstraerme, olvidarlo, relativizarlo. Ya no. Me dominan, me manejan a su antojo, me llevan por el mal camino, me vuelven totalmente loco.

A veces intento justificarme. Me digo que es porque ahora todo es más fuerte, porque ésta es la definitiva. Que se me pasara poco a poco. Que no tengo de que preocuparme, que es un mal menor. Me convenzo de que ella lo entiende, que lo puede soportar, que tendrá la paciencia necesaria para sobrellevarlo hasta que termine.

Otras veces utilizo el rencor y busco la culpa. La suya. Porque me miente, me provoca, porque lo sabe y continua ¡Maldita testaruda!. Me transformo en aquello que nunca quise ser, me vuelvo paranoico... me doy asco. No quiero ni pensarlo.

A veces encuentro consuelo en el grito o en la rabia y otras muchas en esos hombros perennes en los que llorar. Y lloro, y grito, y reviento... y duermo. Y todo se acaba....al menos por esta vez.