miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los que vendrán

Mi corazón es una herida abierta. Una fisura constante que no deja de sangrar deseo, más y más amor que brota por los cortes que tu presencia ha creado, que me parte en dos como un puñal afilado.

Todo se desdibuja, se difumina a mi alrededor, se oscurece para resaltarte. La nitidez de tus formas y mis sentimientos contrasta con todo lo demás. Entonces no hay nada más. La niebla más densa nos protege del resto del mundo y sólo quedamos tú, yo y ese terrible e inmenso espacio de centímetros que nos separa.

Y lo demás, no importa. Siento unas irrefrenables ganas de aferrar, de morder, de apretar contra mí los signos del amor y la pasión que aparecen en tu cara. Que siempre están ahí, ocultos tras la indefensión de tu mirada triste y coqueta a la vez, tras la vulnerabilidad de las formas pequeñas y perfectas de tu cuerpo.

Así recorro en un interminable segundo ese abismo de inseguridad y miedo que me aleja de ti y me atrevo otra vez a besarte, a abrazarte, a quitarte de nuevo mi vida que de tan buena gana deje que me hurtaras del bolsillo anoche, mientras dormía junto a ti, como cada noche, como esta noche.

Hace ya un año. Y los que vendrán.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Diciembre

Frio y conciertos en los bares.

Lluvia y recuerdos del principio de una vida.

Viento y viejos amigos con nuevos retos.

Días fugazes y tardes oscuras al calor de tu regazo.

Nieve y sofá y domingos en tus brazos.

Ganas de ti.