lunes, 13 de octubre de 2008

Un dios salvaje...

O cómo reirse hasta la extenuación mientras se contempla el reflejo esperpéntico, propio y ajeno, de la decadencia del civismo y la contemporización. Escondido tras cada carcajada hay un pensamiento que recuerda a alguien conocido (o a uno mismo) . En cada actitud, cada frase ya sea cínica, cobarde, estereotipada o brutalmente sincera y cruda se aprecia el esperpento de uno mismo.

Los personajes son complejas amalgamas de sentimientos y pulsiones básicas que crean en cada uno de ellos decenas de fragmentos incompletos de personalidad que te permiten componer cientos de estereotipos como un puzzle con cuatro cajas de piezas.



Cuatro interpretaciones más que correctas, algunas especialmente brillantes (cómo la de Pere Ponce y la de Antonio Molero, que va de menos a más) cubiertas por una colección de sutiles gags y frases llenas de humor negro y de dobles sentidos para acabar, como dice el propio Molero entrevistado al respecto, Como el Rosario de la Aurora.

En resumen: divertida, chispeante, irreverente, gamberra. Una forma ideal de pasar una tarde de viernes, a ser posible con buena compañia, como fue en mi caso.

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