viernes, 30 de mayo de 2008

Rompiendo Momentos

Tengo razón. Algunas veces no, pero esta vez sí. Yo lo sé y ella también lo sabe. Pero cuando las palabras salen de mi boca, de repente suenan a amenaza, a desafío. Suenan crueles o excesivas.

Y eso que yo soy el sensible, ñoño, dice. Es ella a la que le cuesta expresar lo bueno, la que se esconde continuamente en la ironía y en la rudeza para sobrevivir. Pero entonces no. En ese momento ella se transforma en un pequeño ser vulnerable, afligido y apesadumbrado. Y a mi se me cae literalmente el alma a los pies. Y ocurre. Se rompe el momento. Todo se bloquea. Aparece un incómodo silencio que se podría cortar con cuchillo.

Y entonces cualquier intento de volver a lo bueno es peor. La disculpa muestra mi flaqueza y me quita la razón. La insistencia es un puro agobio. La pasividad se transforma en una angustía que me desgarra el alma.

Y duele.

Y solo el sueño lo mitiga.


Eso y sus abrazos.

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