Aún recuerdo esa tarde en el Café del Real, con mi mano sobre tu rodilla como quien se aferra por primera vez a lo que sabe que será lo más importante de su vida.
Y aquella vez, caminando bajo el cielo gris pálido de Naugarder Strasse, ateridos de frío, en busca de aquel pequeño apartamento, mientras pensaba en el camino recorrido y en el incontrolable deseo de seguir andándolo junto a ti.
Sigo sintiendo, como si fuera ayer, la fuerza del mar y las olas golpeando, acelerando mi corazón y mis sentidos en ese acantilado de Ubiarco que compartiste conmigo.
No olvido la lluvia chorreando por toda mi ropa mientras te contemplaba, también empapada, en la vorágine de una lluviosa noche de verano en Upper Berkeley Street, sintiendo casi por telepatía tu ilusión, esa hambre de nuevas experiencias que te movía a toda velocidad a través de la calle.
A veces te sueño otra vez en aquella silla de mimbre, junto a esa cabaña en la playa de Punta Umbría, disfrutando de la vida que sabía que quería compartir contigo.
Parece que fue ayer cuando caminábamos de la mano, exhaustos tras un día de calles estrechas y oscuros y preciosos canales por la calle Frezzaria camino del arco de la Biennale, y yo fantaseaba con volver algún día y sentarme junto a ti en esa pequeña cafetería de la esquina a recordar ese momento.
Si cierro los ojos, todavía puedo verte tumbada junto a mí en una playa de agua cristalina en la bahía de Porto Conte, pensando en que la vida debería ser siempre así.
Y de recuerdo en recuerdo, de momento en momento, ya hace 2 años que la vida me sonríe, que mi mundo ya no es sólo mío, que nada importa hasta que te lo cuento.
Una y otra vez, Gracias. Una y mil veces más, te quiero.
Y aquella vez, caminando bajo el cielo gris pálido de Naugarder Strasse, ateridos de frío, en busca de aquel pequeño apartamento, mientras pensaba en el camino recorrido y en el incontrolable deseo de seguir andándolo junto a ti.
Sigo sintiendo, como si fuera ayer, la fuerza del mar y las olas golpeando, acelerando mi corazón y mis sentidos en ese acantilado de Ubiarco que compartiste conmigo.
No olvido la lluvia chorreando por toda mi ropa mientras te contemplaba, también empapada, en la vorágine de una lluviosa noche de verano en Upper Berkeley Street, sintiendo casi por telepatía tu ilusión, esa hambre de nuevas experiencias que te movía a toda velocidad a través de la calle.
A veces te sueño otra vez en aquella silla de mimbre, junto a esa cabaña en la playa de Punta Umbría, disfrutando de la vida que sabía que quería compartir contigo.
Parece que fue ayer cuando caminábamos de la mano, exhaustos tras un día de calles estrechas y oscuros y preciosos canales por la calle Frezzaria camino del arco de la Biennale, y yo fantaseaba con volver algún día y sentarme junto a ti en esa pequeña cafetería de la esquina a recordar ese momento.
Si cierro los ojos, todavía puedo verte tumbada junto a mí en una playa de agua cristalina en la bahía de Porto Conte, pensando en que la vida debería ser siempre así.
Y de recuerdo en recuerdo, de momento en momento, ya hace 2 años que la vida me sonríe, que mi mundo ya no es sólo mío, que nada importa hasta que te lo cuento.
Una y otra vez, Gracias. Una y mil veces más, te quiero.